Las lluvias nos dieron tregua y la primera edición de los cursos de rescate acuático y en altura terminaron hace una semana, sin ningún incidente que lamentar. La ceremonia de clausura fue típica nicaragüense: muchos discursos y formalidad. En el aspecto global, el resultado ha sido positivo y estamos contentos. El nivel de los alumnos era un poco más bajo de lo que habíamos previsto inicialmente y tuvimos que incluir a dos alumnos más por curso: cuatro soldados del ejército, como parte del acuerdo para poder utilizar su piscina en las prácticas. Todos se esforzaron, a pesar de su práctico desconocimiento inicial en los dos ámbitos de rescate. Nuestra impresión es que la mayoría se han ido con bastante más de lo que traían y que podrán aprovechar los conocimientos y técnicas que han adquirido.
Ya está en marcha la segunda edición de los cursos de rescate acuático y vertical y este miércoles empezamos con el curso de excarcelación. No hemos podido empezar antes, porque este domingo (hoy) se celebran las elecciones generales (por cierto, mientras escribo esto se escuchan gritos y cohetes, por lo que supongo que el general Ortega ha vuelto a ganar) y los bomberos tienen muchos operativos relacionados con el proceso electoral.Dejando a un lado los cursos, vamos con las anécdotas más interesantes. Resulta que el proceso electoral afecta a todo. Por este motivo, y aunque el transporte de los alumnos corría de su cuenta (nosotros poníamos el combustible), en la Dirección General de Bomberos de Nicaragua (DGBN) no contaban con muchos vehículos disponibles; los tenían ocupados con las movilizaciones del personal. Así que tuvimos que apañarnos con un camión ruso de más de 30 años (mirad la foto) que debía haber pasado la “ITV” por los pelos.
De todas formas, no podemos quejarnos, porque sólo nos dejó tirados una vez, el viernes pasado, cuando fuimos a la práctica en el río. Aunque donde no las tuvimos todas con nosotros fue en la bajada a la laguna de Apoyo. Si hubieseis visto al teniente del ejército, que, por lo visto, conocía el vehículo, con una pierna fuera de la caja por si había que saltar… Eso sí, era el único preocupado. El resto, más felices que unas pascuas. Si es lo que tiene, como dicen por acá, “¿para qué preocuparse, si no pasa nada?” Pues eso, no pasó nada (aunque si hubierais oído cómo rugía el motor!!). El viaje mereció la pena: la laguna es un verdadero paraíso.Y poco más, anécdotas como que Vivó se trajo algo parecido a una gripe (o eso ha dicho un médico de por aquí) y tuvo a bien ir pasándonos lo síntomas, aunque de manera escalonada, para que no cayésemos todos a la vez (todo un detalle por su parte); o como cuando, parados en un semáforo, nos pasó un tío corriendo y gritando ¡¡¡qué va sin frenos!!! (y, en efecto, así venía un autobús detrás de él, que nos pasó por al lado); o cuando, cenando, vimos bajar a los pasajeros de un taxi que se había averiado para empujarlo y, cuando lograron arrancarlo, uno no pudo subirse y lo dejaron tirado, o cómo conseguimos subirnos cinco bomberos en un taxi, y el taxista rascando todos los bajos...
La odisea para recoger los materiales en la aduana, la dejamos para otro capítulo…
Saludos para todos.
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